viernes, abril 07, 2006

Mi Propio Tren



Ya estaba embarcada, desde aquel día que nací, y nadie me podrá sacar de ello. Mi historia, y cada uno de mis vagones ya están invadidos, por poca gente aunque con mucho movimiento. Cada uno de ellos, se ha determinado por el conflicto que hay en mí y mi vida, mi pasado, los recovecos que todavía duelen y hieren.

Nunca me di cuenta lo que decía mi pasaporte, pues jamás tuve claro el objetivo, mas aprendí a leer cada una de mis estaciones y a comprender que estaba pasando, qué cambios había en mí, qué acontecía mi parada.

Los rieles siempre firmes, anduvieron a gran velocidad, tanto que estos colapsaron. Lamentablemente la frenada fue abrupta, y mucha gente que iba en el viaje, salió herida. Sin embargo hoy me propongo, que este andar no sea con carbón s,ino me ayude la electricidad, una fuerza y energía que me nutre y por sobre todo, ya no contamine. Dejé que pasara a ser un agradable viaje; pues antes solo era una montaña rusa que a todos tenía desesperado y angustiado, pues no sabían cuando se detendría y cómo. Infundí miedos que no debía, pero hoy estoy reafirmando la confianza.

Embarques y desembarques, subidas o bajadas; no importaba cuantas veces, pero existían y dolían. La gracia, siempre la hallé en el tiempo, aquel que me engañaba a diario, y no podía saber, hasta cuando me acompañaría.

Mi viaje es de ida, porque el retorno, no hace más que volver a estaciones que no son necesarias, y solo infunden temores. No hay retrocesos, porque en ellos nunca se avanza, pues si de algo hay que preocuparse es de arreglar cada vagón y no de descarrilarlo en cualquier parada. Sin embargo, el misterio es siempre latente: la estación final. Aquella que solo Dios sabe cual será, y que guarda un espacio de nube para mí. Y así como tantos se han bajado de mi tren y se despiden desde ese verde paraje, volveré junto a ellos, en aquel encuentro final, que me llenará de dicha.

No importan el asunto, porque el tren seguirá siendo el mismo. Sólo debo invadirlo de amor, y saber ser buen competidor contra el temor y los obstáculos. Pues a diario se vive el estar juntos y luego separados, mas lo que importa es amar a la vida, pues si mi boca es capaz de pronunciar palabras y mis manos están abiertas, nada más necesito para hacer feliz a quienes me acompañan en este largo viaje. Simplemente, un sutil tacto físico nos demostrará lo cerca que estamos de un final, que solo nos llevará a una felicidad profunda.

Recuerdo el tren y la familia, un ángel y Dios; aquel niño que pregunta quién será su protector en la tierra y solo dio la más sabía de las respuestas: se llamará mamá. Me acerqué a la Mimi y le dije que la fortaleza más grande en este minuto era su hijo, pues nada más ni nada menos ella era el ángel de Daniel.

Nos pusimos a fumar dentro de la sala, y le dijimos al Checho que no le contara a nadie; quizás y cuantas cosas ya ha tenido que olvidar obligadamente. La Benita me mira, y me pega en el poto, porque sigo siendo esa niña que le cuesta pensar en sí, y el Chechito, con su inocencia me vuelve a retar, porque el no se queda atrás. Sus golpes son caricias, más cuando quieren hacerme entender, que yo también existo.