¡¡¿Y el status?!! (grito, para no bajar tanto)
Hace casi un mes me leí para un ramo de guión, el libro “Impro: improvisación y el teatro”, de Keith Johnstone. Pensarán “de qué mierda va a hablar respecto a este libro”. Y no es precisamente sobre la improvisación en el teatro (sería muy obvio), sino sobre el status. Pues el status es tan natural en el hombre, ya que siempre entrega autenticidad a las acciones, y les adhiriere sentido.
Pude comprender que todos los actos en sí tiene un status, queramos o no, pues nuestras articulaciones no son casuales. Pero cuando nos agarramos de las mechas o algo no nos funciona, podemos apreciar nuestro status o el del otro. Y el status vuela por el aire, cambia con cada palabra, con cada gesto; nos determina una y otra vez.
Para manejar situaciones debemos pasearnos por el status bajo y alto a la perfección. Saber jugar con estos estados, nos garantizarán que logremos lo deseado. Si me hago la hueoncita o la sufrida para poseer algo, frente a situación que lo amerite, resultará. Como ejemplo, pedir algo prestado, pedir plata (les funciona a muchos), etc. Pero si debo defender un proyecto en la U, debo subir mi status sobrepasando al otro, para que no me destruyan. Y es esta situación la más deseada por todos, pues mi status representado es diferente a mi status social de ese momento. Pues la jerarquía de un docente es mayor que la de un alumno dentro del establecimiento, y si lo supero mi status será alabado. O cuando uno en el trabajo le echa la choreada al jefe, y todos tus compañeros te dicen “te pasaste hueón”, aunque pierdas la pega.
Entonces, nos damos cuenta de nuestro status representado, distinguiendo su opuesto. Invitamos a un pelagato a almorzar a casa, le hacemos el tonto plato y nos dice “Uyyy, pero que rico te quedó”, y nosotros tratando de ser humildes le decimos “Ay, si no es pa’ tanto, nada que ver”. Acá, le estamos diciendo al pobre (si lo es) en su cara que tiene mal gusto. Claro, porque le negamos su distinguida lengua, con respecto a los sabores que puede sentir, y de pasadita le destruimos el comentario.
Así, las relaciones interpersonales, son un constante balancín. Subo mi status mientras bajas el tuyo, o viceversa. Lo que sí es lamentable, es que muchas personas adquieren un status preferido y, cuando están frente a un otro es fácil reconocer su postura, y podemos vulnerarlo. De esta manera creo, que lo importante no es lo que se dice en sí, sino el status en que cual se comunica.
Me he dado cuenta tras todo esto, que a la gente le encanta ver a alguien que quiere subir su status rasgando con uñas lo que pilla, y este no lo puede lograr. Pues no hay nada más satisfactorio que alguien caiga, para poder subir un peldaño más. No nos compadece, y nos reímos (a veces en la cara).
Hoy, ¿es tiempo para hacerse el hueón o el avispado?
- Yo en la foto, me estoy haciendo la hueona -