Hay algo llamado deformidad...
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Me subí al camión, más de treinta almas de animales muertos viajaban conmigo. Sus cabezas se volteaban al son de la rueda, y los hombres se alejaban de mí. Después de un rato dobló en la esquina y vi la cantina de lejos. El cansancio me ganó, y subí las interminables escaleras hasta llegar a mi cuarto. Prendí la radio, encendí un cigarro y todos se olvidaron de mí. No solo por hoy.
Pensé que la carne cubría el hueso, y por dentro suele poner un cerebro y con suerte un alma. Las mujeres arrojamos jarrones a la pared y los hombres beben demasiado, nunca nos encontramos. Sigo buscando de cama en cama y nada encuentro, pues la carne solo cubre el hueso, y la carne busca más que simple carne.
Escribo entonces poemas tristes, de mal gusto, inspirados en bastardos. Líneas muertas y sucias. Digo que las hembras duran más que los machos. Así nos volvemos locos, en un cuarto más, donde nosotras bailamos y reímos con muchachos divertidos. Y me acordé de una. Esa puta que recibió una oreja cortada y la tiró enojada al vacío. Así las putas quieren dinero y no orejas. El sexo es una gran cosa, solo cuando no lo haces.
(Expresiones inadecuadas, dedicadas a mi escritor maldito Charles Bukowsky, pues “los hombres más fuertes son los hombres solitarios”)
(La canción Rodéo de Zazie, es solo un recuerdo que despierta la experiencia de leer a este autor, mientras sus notas pasaban por mis oídos)